El difícil progreso de las vanguardias catalanas
No viste a la vanguardia literaria catalana, la de hoy y la de ayer, quién sabe si también la de mañana, mejor denominación que la del título de los más recientes sensibles: Self-Service (1). Es decir, sírvase Ud. mismo, sírvase para sí mismo, y, todavía, acogiéndonos a la benevolencia del guión intercalar, sírvase en-sí y para-si mismo de algo que quiere ser en sí y para sí (self). El servicio (service) se reduce a dos amables ayudantes de cámara con librea, cicerones, un libro servido en bandeja de latón, y vía libre para la lectura del yo, self, posiblemente.
Extraña aventura la del vanguardismo en catalán. Extraña de extrañada, extranjera. Josep Palau i Fabre: –De quin país veniu? On aneu? –Sóc d'aquí, sóc estranger.
Más de lo que cita el proverbio tópico, los profetas, vates y adivinos de un sentido futuro para Cataluña, sentido histórico y posible, no son bien recibidos en su Patria. No es extraño, pues fundaron su letra en un rechazo que inaugura diferencias y sexo: el asesinato de la frase paterna, de la frase patria. Extraña aventura, la del vanguardismo en catalán, que no vanguardismo catalán. Como si Cataluña, por lo menos eso se lee en una primera y hasta enésima lectura de su historia literaria, hubiera fundado al mismo tiempo que su mitología nacional un desprecio bien fundado, cimentado, hacia toda letra que citara la diferencia del sentido Otro –abismo del sentido inaugural, siempre cayéndose, resbalando, excediendo los márgenes y las fronteras– no es otro el tema de la Verschiebung freudiana: un desliz. Por él se afirma el deseo, y el gesto no es del agrado de Torres i Bages ni de Milà i Fontanals. Por poner dos ejemplos –hay todavía demasiadas gramáticas entorpeciendo el desarrollo voluptuoso de textos acogidos a sintaxis federales.
LA VOZ DEL TEXTO
Para colmo de la imposible localización (y legalización) de una voz enunciativa (si Una, siempre retrotraible al lugar del Padre), el autor de tal servicio a la cultura catalana es doble. Y encima y mayor ofensa no sería imaginable, cada una de las voces es múltiple, pues quien habla no se llama nunca Biel o Quim, sino, a lo sumo, el tacto sutil de un dedo transcurriendo por la superficie del Otro –tal polilogía, para ceñirnos sólo a la suma de tantos índices en las manos, alcanza por lo menor la cifra de veinte gestos, veinte voces: ningún Sujeto definido por Loyola, y más bien las innumerables palabras sueltas, eco inmediato de la materia no-semiotizable del cuerpo, que ya citó, siempre entre líneas, el Marqués.
Fatal polilogía ésta para afianzar los límites de una Patria –no es extraño pues, pues es extraño, que este texto sea expulsado de nuestras fronteras lingüísticas y políticas: nació para indicar la diferencia y demostrarte a la Unidad su lugar peregrino. Por ello al texto se le excusa el tono con frecuencia histérico: gesto histórico tal vez inevitable: los vanguardistas se vieron siempre obligados a dar bofetadas, chillar en las bibliotecas públicas y aguarle la fiesta a la pobre Madame Aurel (No es menor la violencia solapada de los cautos y bienpensantes, arrellanados detrás de un parapeto de manuscritos que no entienden por el preciso hecho de estar escritos con las manos. Cómoda construcción la de la ideología –siempre dominante en tanto que tal–, procediendo siempre por tercio excluso).
Transcribo de la página 59: “Ell, l'escriptor, voldria que el seu text fos un espai on la Història, l'Inconscient, la Sexualitat, la lluita de classes travessassin de biaix l’anatomia del discurs”. Y, un poco más arriba (¿por qué se pretende que la escritura va de arriba abajo cuando, de hecho, va tanto del supra al infra como de izquierda a derecha? –Mejor la escritura árabe: en el plano horizontal se desplaza hacia la izquierda para poner en duda la transmisión vertical de arriba abajo, del falso profeta: felices ellos, pues marcan en la pura arquitectura escriptural el gesto de la transgresión de la ley; oponen al avance de la santa escritura un cierto retroceso, humano, en la mirada), un poco más arriba, se decía, “Voldria que la història fos un efecte del llenguatge”.
Bien señalado en el texto: voldria. De momento, y no creo que en esto tenga hegemonía la Arcadia catalana, la historia sólo es un efecto del lenguaje en la medida que es un efecto del desafecto hacia el lenguaje. ¿Quién ama todavía las palabras? Ni los enamorados ya: para confirmar con ello su desamor creciente se dicen cursilerías por teléfono. (La carta de amor era y sigue siendo cursi, pero cita exactamente el vagabundeo temeroso de los enamorados: palabras en busca de un cuerpo –recinto donde posarse– por eso fueron las palomas las mejores transmisoras de tal género: durante su vuelo deshojan y esparcen todos los mensajes menos uno: éste, ello, lo transmiten al posarse en el regazo deseado: te (me) deseo. Él, el autor, bien marcado por este pronombre de ausencia de nombre (para-nombre debería llamarse al pronombre de 3ª persona, pues su pronombre se ha disuelto en el perímetro del discurso), él, desearía que los signos de su texto quedaran travesados por la Historia, el Inconsciente, la Sexualidad y la Lucha (de clases y otras luchas, más feroces). Esto quisiera, y la consecuencia no es muy otra: el texto queda configurado, tejido, constituido, por todas aquellas presencias (pré-séances). Gesto sutil en extremo inteligente, y furioso: escritura textual, self-service: por ella se puede afirmar, más allá de Lacan, que ça parle, pero también que ça s’écrit (s'écrie).
LITERATURA, NACIÓN, VANGUARDIA.
Quién sabe si al vanguardismo catalán le ha tocado en suerte avanzar el tiempo -que no al mismo paso- que los preceptistas y gramáticos establecen, sólida, una ley simbólica nacional. Por eso atentar contra las Bellas Letras (que aquí van de la Renaixença al Noucentisme) es, en Cataluña sinónimo de anti-patriotismo. Craso error o verdad dolorosa para el hijo enclaustrado. En todo caso, obsesión y fantasma que no debe ser fácil evitar, a juzgar por la presteza con que se llevó bajo su manto rayado a Joan Salvat-Papasseit (que escribió Les Conspiracions conspirando sólo contra sí mismo (a Joaquín Folguera, a Josep M. Junoy y a tantos otros predilectos -el mito de una escritura bella y ordenada devoró más de un cuerpo artesano de tejido escrito, texto, y dejó para la patria esos huesos casi descarnados que suelen denominarse literatura nacional.
En realidad, las Historias de la Literatura agonizan hoy al mismo ritmo que las nacionalidades. En el lugar de las literaturas nacionales, los vanguardistas del siglo XX siguen construyendo desde el subterráneo, viejo topo, un edificio simbólico muy pretencioso: quieren arrastrar, en su desorden, todas las órdenes que dicta el Nombre-del-Padre. Algo importante se gesta -esta vez tenemos la garantía de que, por lo menos, tal gestación se realiza desde un cuerpo pulsional, fálico, oculto pero no encerrado, y ajeno a toda complicidad con la Matria solicita, engullidora. Castrante.
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