El último premio de novela Andrómina, otorgado en los Premis d’Octubre del País Valencià, fue como es sabido, para Ramona Rosbif (1) de Isa Tròlec, pseudónimo de J. B. M. L., médico, psiquiatra y autor de esta su primera novela que, de forma inmediata, aparece como diferente. Y divertida. Es decir, la risa o sonrisa que produce la lectura de una solución clixé resuelta con ironía. Si Ramona Rosbif tiene un interés literario es para establecer, precisamente, ese grado de diferencia. Que en la narrativa sucede algo es evidente y que, algunas de nuestras novelas son un testimonio de ello, también. Ramona Rosbif participa, de alguna manera, en este replanteamiento del lenguaje narrativo, de unos esquemas angostos y, para muchos, agotados. Y lo resuelve de una manera simple. Sin ningún tipo de intelectualismo. De ahí que pueda conectar con una amplia base de lectores. Porque Ramona Rosbif es como una conversación, como un largo diálogo, socarrón y directo. También, mal que pese, un divertimento. Una elucubración ingeniosa sobre unos personajes, sobre un pueblo valenciano con sus creencias, deseos o represión. Si Ramona Rosbif plantea una innovación dentro de la narrativa valenciana es porque su tono es distinto. Perdido todo afán, propósito o compromiso trascendente, la novela es una caricatura, como un «guignol». O, como mínimo, el inicio de ese «guignol». De un estilo distinto que es de agradecer, aunque Ramona Rosbif no sea una gran novela, propósito que, probablemente, su autor travesti Isa Tròlec/Joan B. Mengual Lull no pretendía.
Ramona Rosbif corre el peligro de su enfatización. Esperemos que no sea así. Que no desmesuremos la medida ni la valoración. La novela es lo que es, pero no es más. Y esta perogrullada hay que entenderla, porque la novela es una diversión-distensión, una caricatura, una provocación al sistema y a cierta gravedad narrativa. Pero lo que llevamos leído sobre el texto hace pensar o temer en esa enfatización. Cierto es que aparece en un panorama desolador y esto podría influir al leer la novela. Lamentablemente la novela en el País valenciano no ha llegado a superar la media de una novela editada al año. Esto es algo más que grave. Es sumamente problemático y obliga a una meditación real y profunda. Visto desde el Principat, la novela del País Valencià nos asegura una novela, el premio Andrómina, de cada año. Pero poco más. En alguna ocasión son dos las novelas editadas. Como en el año 1975, que junto a Els cucs de seda de J. F. Mira, premio Andrómina correspondiente a 1974, se publicó la novela de Josep Gandia Casimiro Dentadura postissa. Son datos muy importantes cuando hay que hablar de esta cuestión. Si bien, como dice Jaume Fuster en el prólogo, estamos asistiendo a un «boom» o irrupción de la literatura valenciana —hace años que viene produciéndose—, también lo que es que se produce en unas condiciones y límites que hay que tener en cuenta. ¿Por qué si participan varias sólo la premiada se edita? ¿No hay ninguna editorial, ni siquiera del Principado, que se arriesgue? Esta sola novela hace que sea muy esperada. Tenemos conciencia que, para aquellos que siguen el proceso de nuestra literatura, es uno de los libros más esperados porque, de alguna manera, es un baremo para medir y seguir la producción narrativa del País Valencià. Ello da, al libro en cuestión, una plusvalía distinta. Y contra este hecho es por lo que queremos llamar la atención. Ramona Rosbif, o cualquiera de las premiadas, al ser, en la mayoría de ocasiones, la única novela del año, posee además una significación más allá de ella misma. Si quisiéramos historiar la novela valenciana de estos años últimos, nos bastaría casi, cono analizar los distintos premios Andrómina, y ésta es una realidad que hay que romper inmediatamente. Esperemos que no tarde demasiado, si no ese «boom» anunciado no llegará a cumplirse o será un falso y artificioso «boom».
Volviendo a las coordenadas de Ramona Rosbif, diremos que la novela plantea una anécdota simple: la vuelta de una Ramona adulta al pueblo de su madre para darse a conocer ante su padre que ignora la existencia de la hija y de la propia madre a lo largo de esos años por creerla víctima de la guerra civil. A partir de ahí hay una presentación de personajes con sus traumas y tics: el alcalde, el maestro, la curandera, la extranjera —la propia Ramona que llega de Gran Bretaña—. Sin embargo, el interés de la novela se cifra, como hemos dicho, en el tratamiento que de ello se da y hace. Estructura temática lineal; base dialogada del texto; carencia de descripción que se convierte, en todo caso, en expresión enumerativa que es uno de los principales rasgos de la novela; sentido paródico en la caracterización del personaje; lenguaje coloquial tanto del narrador como del personaje que, a veces, es familiar y vulgar —en el sentido lingüístico que se da a los niveles del lenguaje—. Uso constante del clixé literario y subliterario que funciona porque precisamente se da como tal y se contrapone a otro clixé ridículo y recurrente —el desmayo del personaje ante alguna de estas situaciones—; el mismo uso irónico del lenguaje como manera de resolver, explicar o valorar estas mismas situaciones. Son estas características, recurrencias o transgresiones las que hacen de Ramona Rosbif un texto literariamente interesante. Es su planteamiento, la creación de situaciones y el lenguaje empleado lo que lo hace moderadamente divertido.
Notes:
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