PIRANDELLO y otros dramaturgos llevaron el teatro al teatro, pero lo normal, en ellos, fue convertir el ambiente teatral en material escénico. Pedrolo, en una obra publicada este año (1) hace lo mismo con la novela, pero en una dimensión superior: el material empleado no es el de la vida de los novelistas, sino precisamente su quehacer como creadores del género narrativo. Su libro, aunque sólo fuera por este punto de partida, sería ya singular: hay que añadir, además y de entrada, que el autor ha sabido domeñar el difícil tema escogido en una obra válida que acierta a describir el proceso creador, sin que se trate de dos obras paralelas, sino de una sola que reúne un argumento que se hace con la descripción de la forma en que nace y crece.
Recientemente, Maria Aurèlia Capmany, en «El jaqué de la democràcia», explicó el montaje de una novela a partir de sus elementos: hay alguna relación con lo que ha hecho Pedrolo, pero el cometido de éste es más totalizador. Lo es, incluso, mucho más que el de Proust, un novelista cuyas excelencias parten de una preocupación obsesiva por su propia tarea de escritor.
Es una novela singular por más de un motivo. Lo es, por ejemplo, por su reciente redacción, ya que Pedrolo la fecha a «estiu del 1972». Enlaza, sin duda, con la preocupación técnica que su autor viene demostrando de antiguo: no es extraño que pertenezca al mismo autor de la serie «Temps obert»; si en ésta el novelista se enfrenta con las posibilidades del hombre, en la novela ahora publicada se enfrenta, directamente, con el problema de la «escritura», preocupación que le manifiesta atento al mundo de hoy, pues parece que no hace falta recordar que cuando Pedrolo apareció en nuestra literatura, el estructuralismo se hallaba todavía lejos del actual «boom». Su planteamiento, ahora, es más radical.
Todo empieza con estas palabras
Una simple senzillament
y, a partir de ellas, comienza el proceso de probaturas y vacilaciones a través de los que la novela se construye hasta que, finalmente, queda construida. Hay, por tanto, una novela y, conjuntamente, el proceso a través del que llega a ser una realidad, todo ello ligado a un debate sobre coherencia y procedencia de los hechos y su transcripción literaria.
Pedrolo obra literariamente. Y así es preciso leerle. Los riesgos de su trabajo aparecen cuando cae en excesos deterministas. A menudo es preciso recurrir al simbolismo o la aproximación, y esto desde el mismo principio, cuando, a partir de las tres palabras anotadas antes, concluye que se trata de una mujer –lógico–, y que se llama Blanca – no lógico, pero literario -, de forma que lo que se describe es una forma de mecanismo, sin que deba ser exacto y preciso en el caso concreto. El gran simbolismo, bello y acertado, se produce con la doble condición de Blanca, convertida en protagonista de la novela y, a la vez, en creadora de ella: hay que ver en esta coincidencia la misma básica que expone el novelista a lo largo del libro, ya que Blanca-protagonista es trasunto de una historia – los hechos, como precisa el mismo novelista -, mientras que Blanca-escritora se corresponde con la narración – o gramática -, mientras que la síntesis, que es la coincidencia en Blanca, produce el lenguaje novela, en el bien entendido de que, en frase de Pedrolo, «cada història, doncs, és més que una sola història; és tantes històries com narracions se'n facin». Hay, globalmente, una preocupación central por la escritura, término que el estructuralismo ha divulgado, y ésta «es mou a partir dels seus propis elements» y «es desenvolupa en l'ordre privilegiat dels pensaments».
El proceso se divide en cuatro partes. En la primera - «prolegòmens a Blanca» -, tras el principio aludido, se plantean los problemas, problemas de elección y coherencia: «tempteigs d'un dossier», «textos i situacions», «retrat del pare», «típica familiar», «preguntes» y «respostes» son elementos empleados en esta preparación, que es la parte más compleja del conjunto. En la segunda - «Possibilitats de Blanca» -, se esbozan cinco posibles historias – A, B, C, D, E -, y se alude a su número indefinido, para pasar después a su [...]tivamente, siete bloques narrativos y se desechan como posibilidades sin coherencia. Por fin, en la cuarta - «Es fa blanca»-, se asiste a la creación definitiva con la cita coincidencia protagonista-narradora.
Se trata, dice Pedrolo, de «l'aventura de la dona que escriu i és escrita», a través de esta aventura, «Blanca afirma (1...) el seu dret de ser una dona, una simple dona, senzillament». Hay, sin embargo, exageraciones. Una cosa es aplicar a la literatura métodos rigurosos y otra creer que, por ello, se ha convertido en una ciencia exacta: hay una independencia de la escritura, pero ésta tiene un forjador. Por esto el libro presenta la rebeldía de Blanca, pero hay motivos para pensar que se trata, sobre todo, de la rebeldía de Pedrolo, ya que, al ponerse en marcha el proceso creador, es él quien elige, quien orienta y quien, al mismo tiempo, busca la necesaria coherencia: cuando ésta se produce es porque el escritor ha acertado, pero lo que no puede deducirse – y el autor de «Temps obert» demuestra saberlo -, es que el único camino es el expuesto. Cuando Pedrolo afirma que Blanca es mujer de la única manera que es posible serlo, interpone su ideología en el proceso, lo cual es lícito y lógico, pero impide hablar de cualquier determinismo absoluto. Igualmente, caro está, cuando afirma que «en un món com el nostre, la convivència matrimonial és una trampa per a la dona».
A lo largo de libro, quizá como en ninguna otra ocasión, el autor pone de relieve su dominio de la narración, un dominio que en esta ocasión, por la complejidad y la profundidad que encierra, era más difícil que nunca. Sin solución de continuidad – y sin que suponga arbitrariedad, que es lo importante -, el narrador se vale de la primera, segunda y tercera persona, y hay un continuo análisis de la frase, una composición y descomposición reiteradas que, lejos del juego de palabras, son exponente de una realidad profunda. Por todo ello, no creo que Pedrolo, desde «Totes les bèsties de càrrega», pese a haber publicado tantas y tan notables novelas, nos haya dado a conocer una de la importancia de ésta: es una importancia que, indudablemente, queda mucho más allá de lo que he calificado de excesos en el proceso descrito por Pedrolo.
Precisamente por la temática planteada, el libro ofrece generosos motivos de meditación sobre el quehacer novelístico del autor: nadie, entre nosotros, parece haberse planteado su cometido con tanta hondura, con una radicalidad tan profunda. Ciertamente que esto no es algo que acabemos de descubrir, pero es innegable que su novela de Blanca, la mujer que escribe y es escrita, es un paso mayor y decisivo en este camino.
Como advertencia final, y también como nueva manifestación del carácter de novelista de raza de Pedrolo, es preciso señalar que, pese a su complejidad temática, la novela de Blanca puede llegar no sólo al lector con preocupaciones literarias: la fórmula, en manos de su creador, resulta atractiva y asequible para el simple lector de novelas. Como base de esto, hay una buena dosis de oficio y picardía, condiciones que siempre cuentan en un género cuya base, para una buena proporción de sus lectores, deber ser la de interesar.
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1 Manuel de Pedrolo: ESPAIS DE FECUNDITAT IRREGULARS. 1973
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